Diríase que tememos a la tristeza, así como temen los niños a la oscuridad. Se teme a lo que no se conoce. La tristeza no puede ser sino una parte de nosotros mismos, huir de ella es negarnos. Enfrascarse en ella también.
El año tiene primavera y otoño, las jornadas su día y su atardecer. Podemos permitirnos que en nuestro paisaje interior quepan las luces y las sombras, ...
¿Y si aprendiéramos de una vez que la tristeza tiene una belleza infinita en sí misma y no tenemos porqué avergonzarnos de ella, ni negarla, ni huir? ¿Y si nos atrevemos a ver la tristeza como una parte más de la vida y aceptamos simplemente sentirla, respirarla, aprender de ella?
La tristeza está en la esencia misma de la música más bella que jamás ha sido compuesta y los mejores poemas siempre tienen un toque de tristeza.
(Isabella Di Carlo, psicóloga)